La forma y disposición del planeta Tierra en relación al Sol, determina que la energía que nos llega procedente del astro rey se distribuya y acumule de forma irregular sobre la superficie terrestre. Ello se traduce en una serie de corrientes atmosféricas y oceánicas que, junto con la orografía, determinan la existencia de diferentes climas.
Los seres vivos, para completar sus ciclos vitales haciendo frente a esta variabilidad, han optado por dos estrategias principales: adaptación a las condiciones locales o movimientos migratorios buscando las condiciones idóneas en cada momento. Así, desde tiempos inmemoriales, muchas especies realizan importantes viajes migratorios que se repiten cíclicamente cada año. Todos estos movimientos migratorios han jugado un papel clave, entre otras cosas, en el reciclaje de nutrientes y la fertilidad del suelo. Sin embargo, en las últimas décadas, el importante descenso de las poblaciones de muchas especies animales y la creación por parte del ser humano de barreras impidiendo los movimientos migratorios (por ejemplo, carreteras o zonas urbanas), han interrumpido en gran medida los ciclos de elementos fundamentales para mantener la vida sobre el planeta Tierra (ver aquí un ejemplo sobre el fósforo). La existencia de barreras derivadas de la actividad humana (que pueden ser desde una autopista a una intensificación del uso del suelo tal, que constituya una barrera insalvable para muchas especies) ha perjudicado especialmente la migración de grandes mamíferos y hoy solo unos pocos ejemplos nos recuerdan lo que durante milenios debió acontecer a lo largo y ancho de las tierras emergidas. Así, están muy bien documentados movimientos de gran magnitud, entre los cuales hoy en día destacan los llevados a cabo por especies como el reno/caribú en las zonas más septentrionales de Eurasia y Norteamérica o el ñu azul y otras especies de hervíboros entre el Serengueti y el Masai-Mara. No obstante, otras migraciones menos masivas, que recorren distancias menores, siguen ocurriendo hoy en día a pesar de lo difícil que lo pone la existencia de determinadas infraestructuras humanas. Es el caso del ciervo mulo o venado bura, cuya migración ha sido documentada recientemente en áreas del estado de Wyoming.

Ejemplar de ñu azul (Connochaetes taurinus). Foto: Muhammad Mahdi Karim – Trabajo propio, GFDL 1.2
El ser humano, conocedor de los motivos y la conveniencia de estas migraciones, ha tratado de imitarlas con su ganado doméstico mediante el fenómeno conocido como transhumancia. Este movimiento de ganado doméstico, muy importante en el pasado a lo largo y ancho de toda la península Ibérica, apenas sobrevive hoy de forma anecdótica a través de algún rebaño de ovino y bovino que hace la ruta Montes Universales-Valle de Alcudia. Así, en la actualidad, los movimientos más importantes en busca de condiciones idóneas en cada época, dentro de la península Ibérica, tanto de mamíferos salvajes como de ganado doméstico, están asociados con el concepto de trasterminancia (movimientos de menor escala entre las partes bajas, verano, y altas, invierno, de las montañas).
Si en la vía terrestre, la única que pueden utilizar mamíferos y anfibios, la mayoría de rutas migratorias han desaparecido debido al impacto derivado de la actividad humana, no ocurre así con la vía marítima y aérea. Tortugas marinas, ballenas, tiburones peregrinos, sardinas y un largo etcétera, realizan impresionantes movimientos migratorios que les llevan desde las costas pacíficas de América a las de Asia y Oceanía, de las costas atlánticas de América a las de Europa y África, o del océano Ártico al Antártico, en función de la especie. Estos movimientos tienen como objetivo acceder a fuentes de alimento abundante, dirigiéndose los animales hacia aquellas zonas que reúnen las condiciones ideales en cada momento, fundamentalmente en términos de temperatura y salinidad de las aguas, que favorecen la explosión de pequeñas formas de vida que son la base de la cadena trófica de muchas de estas especies.
No hay que olvidar que también se dan importantes movimientos migratorios entre el océano y los ríos (considerados como unos de los corredores ecológicos de mayor importancia) llevados a cabo principalmente por peces. Es el caso, por ejemplo, del salmón (representante de las especies anádromas, se reproducen en los ríos y maduran en el océano) o de la anguila (representante de las especies catádromas, se reproducen en el océano y maduran en los ríos). Sin embargo, de forma análoga a lo que sucede en tierra firme, pero incluso con más intensidad, también hemos llenado los ríos de presas que constituyen barreras insalvables para la mayor parte de especies acuáticas (aunque proyectos de investigación recientes, como el LIFE Riverlink, tratan de hacerlas permeables).

Ejemplar de Anguila europea (Anguilla anguilla). Foto: De GerardM – http://www.digischool.nl/bi/onderwaterbiologie/, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=284678
Por último, y para completar el capítulo marino, hay que destacar los importantes movimientos de migración vertical diaria que realizan numerosos organismos, como el fitoplancton, y que están siendo documentados desde hace muy pocos años. Estos movimientos juegan un papel fundamental tanto en el cambio climático, al intervenir en el ciclo de elementos como el carbono, como en el reciclado de nutrientes. Así, el fitoplancton baja durante la noche a las profundidades donde se acumulan los nutrientes y por el día sube a zonas luminosas para realizar la fotosíntesis, donde sirve de alimento para muchas especies animales.
Es la vía aérea la que cuenta con los casos mejor documentados de grandes migraciones, protagonizadas por insectos como la mariposa Monarca o varias especies de libélulas como Pantala flavescens, Anax junius o Anax imperator, pero sobre todo infinidad de especies de aves (por ejemplo, el charrán ártico realiza una de las mayores migraciones regulares registradas, moviéndose cada año desde el polo norte al polo sur). Al no representar las infraestructuras humanas importantes barreras para los movimientos de las aves, la mayoría de rutas migratorias siguen intactas, como demuestra este espectacular vídeo resultado de un ambicioso proyecto de investigación. Así, los problemas de conservación que afrontan la mayoría de especies de aves migratorias tienen más que ver con la degradación de su hábitat en sus áreas de reproducción y/o invernada o con la caza furtiva durante los pasos migratorios. En el caso de las aves, los movimientos suelen englobarse en dos tipos fundamentales: la migración pre-nupcial o de primavera y la migración post-nupcial o de otoño. Nos centraremos, de ahora en adelante, en esta última.

Ejemplar de mariposa monarca (Danaus plexippus). Foto: De © Derek Ramsey / derekramsey.com, GFDL 1.2,
En la península Ibérica, la migración de otoño puede ser, de nuevo, de dos tipos diferentes: especies que se reproducen aquí y al final del verano migran a sus cuarteles de invernada huyendo del frío, localizadas principalmente en el Sahel y el África ecuatorial, y las especies que se reproducen en el norte de Europa y tienen sus cuarteles de invernada en zonas más cálidas como la península Ibérica. Así, llegado el final del verano, ponen rumbo al sur especies como golondrinas, vencejos, aviones, águilas calzadas y culebreras, milanos negros, alimoches, aguiluchos cenizos, halcones abejeros, alcotanes, cernícalos primillas, cigüeñas, codornices, tórtolas europeas, cucos, críalos, autillos, chotacabras, abejarucos, carracas, oropéndolas, papamoscas, alcaudones comunes, lavanderas boyeras, ruiseñores comunes, carriceros, zarceros y una larga lista de otros paseriformes. A cambio, otras muchas especies que tienen sus áreas de reproducción principales en áreas de la península Escandinava, la ribera del mar Báltico y el norte de Rusia, ponen rumbo al sur para huir de los duros inviernos boreales, llegando importantes números de algunas de ellas hasta nuestras latitudes. Entre ellas, merecen ser destacadas la grulla común, el esmerejón, el chorlito dorado europeo, el bisbita común y varias especies de anátidas como los ánsares, el silbón europeo, el ánade rabudo o el porrón moñudo. Además, otras especies que cuentan con núcleos reproductores en áreas muy concretas de la península Ibérica son mucho más fáciles de avistar fuera de las mismas durante la invernada, e incluso algunas ven reforzadas sus poblaciones a partir de otoño mediante la llegada de efectivos procedentes del centro y norte de Europa. Es el caso de especies como el somormujo lavanco, el cormorán grande, la cerceta común, el cuchara común, el milano real, el aguilucho pálido, el busardo ratonero, la focha común, la avefría europea, la agachadiza común, la chocha perdiz, el zarapito real, el búho campestre, el acentor común, el petirrojo, el colirrojo tizón, el zorzal común, el mosquitero común, el estornino pinto, el lúgano o el escribano palustre. También, de forma accidental, y sobre todo como respuesta a irrupciones de aire polar durante el invierno europeo, en ocasiones, y durante cortos periodos de tiempo, pueden llegar hasta áreas del sur ibérico ejemplares de especies como el mirlo capiblanco, el zorzal real o el pinzón real.

Búho campestre (Asio flammeus), especie que cuenta con pequeños núcleos reproductores en áreas esteparias de la península Ibérica, y que durante la invernada extiende su presencia a gran parte del territorio ibérico. Foto: De Steve Garvie from Dunfermline, Fife, Scotland – Short-eared Owl (Asio flammeus), CC BY-SA 2.0,
Quizás, la especie estrella de la migración postnupcial en la península Ibérica es la grulla común. Esta majestuosa ave, tras reproducirse en zonas de Escandinavia y los países ribereños del mar Báltico, llega en enormes y escandalosas bandadas para sumar una población invernante de más de 50.000 ejemplares que tienen su mejor representación en las dehesas de Extremadura y la laguna de Gallocanta (Zaragoza-Teruel). Es todo un espectáculo observar, y también escuchar, las bandadas de estas aves cuando al inicio de cada jornada, en perfecta formación, abandonan sus dormideros, generalmente asociados a zonas húmedas, para desplazarse a los campos de cultivo y dehesas aledañas donde se alimentan, regresando al final del día de nuevo al dormidero.

Ejemplares de Grulla común (Grus grus) en el entorno de la Laguna de Gallocanta (Zaragoza-Teruel). Foto: Félix Picazo.
Por último, cabe destacar que las aves vuelan preferentemente sobre zonas terrestres debido a que las masas de aire caliente que se forman en la zona en contacto con el suelo les ayudan a volar de forma eficiente. Por este motivo, las aves aprovechan los estrechos entre continentes para viajar, ya que al volar sobre el mar realizan un mayor gasto energético (no hay corrientes de aire caliente ascendente). A nivel europeo, los estrechos de Gibraltar y el Bósforo son zonas con pasos importantísimos de aves tanto en la migración primaveral como en la otoñal. Así, la mayoría de aficionados a la ornitología a buen seguro han estado alguna vez interesados o involucrados en los programas de seguimiento de la migración que llevan a cabo muchas ONG’s ambientalistas y que tienen su principal santuario en la zona de Tarifa.
El final del verano da paso a un otoño también lleno de vida, solo hay que saber mirar. Así que, familia ecomandanguera, ¡a disfrutar de la naturaleza!
Entrada escrita por Félix Picazo, Tano Gutiérrez y Daniel Bruno