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Cuando el río no suena: importancia de los ambientes acuáticos temporales

En este nuevo número especial, nos adentraremos en el mundo de los ríos y charcas temporales de la mano de nuestra colaboradora Marisa Arce Sánchez. ¡Es hora de hablar de ríos y charcas que se secan de forma natural!

Cuando el río no suena, de inmediato aflora un mensaje claro y directo: no lleva agua. Pero por increíble que parezca, aunque no lleve agua puede sustentar mucha vida. De hecho, la ausencia de agua superficial no quiere decir que el río deje de ser río ni ecosistema fluvial. Indudablemente, en nuestro planeta el agua es sinónimo de vida, de actividad biológica y motor de muchísimos procesos de transporte y transformación que se dan en los ríos. Así, solemos asociar la ausencia de agua visible con inactividad, o incluso pérdida de biodiversidad. Vivimos en un mundo donde las reservas de agua dulce para agricultura son muy cotizadas y el ser humano está contribuyendo alarmantemente a desecar de forma artificial muchos cuerpos de agua. Sin embargo, existen otros ríos que de forma natural experimentan periodos secos dentro de su variabilidad hidrológica normal. Y, lejos de pensar que no merecen ser estudiados por no llevar agua, conocerlos mejor puede ayudarnos a entender las posibles consecuencias del cambio climático y de la actividad humana sobre los ecosistemas acuáticos, ya que actúan como laboratorios naturales donde podemos observar directamente lo que ocurre en un río cuando disminuye su caudal o incluso llega a secarse.

«La ausencia de agua superficial no quiere decir que el río deje de ser río»

Marisa Arce Sánchez, investigadora postdoctoral del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC)

Marisa Arce Sánchez, investigadora postdoctoral Juan de la Cierva del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura, Murcia (CEBAS-CSIC).

Además de los ríos, existen otros cuerpos de agua intermitentes, también llamados ecosistemas temporales, estacionales, episódicos o efímeros, como humedales, lagunas y charcas que en algún momento de su ciclo hidrológico natural se secan. En el caso de los ríos, la intermitencia es más compleja ya que puede deberse a que el agua deja de fluir en algunas tramos, quedando pozas o charcas aisladas, o a que se seque superficialmente. Las famosas ramblas son un ejemplo típico propio de las zonas mediterráneas que entrarían dentro de esta última categoría. En los ecosistemas acuáticos intermitentes, las condiciones de sequía suelen variar a escala temporal y espacial. Así, podemos tener periodos secos que solo ocurren en verano, mientras que en el resto del año el ecosistema presenta agua. Pero también podemos ir caminando por la ribera de un río en el que vemos lechos secos en la parte de cabecera y agua fluyendo en los tramos bajos o vice versa. Esta fluctuación tan extrema del caudal vuelve locos a los hidrólogos y ecólogos, ya que a veces resulta muy difícil predecir esta fase seca, tanto en el tiempo como en el espacio, y por tanto anticiparnos a sus posibles consecuencias ecológicas. Entender cómo los ríos intermitentes procesan la materia orgánica, su relación con el cambio climático y los ciclos biogeoquímicos, qué tipo de organismos albergan o cómo gestionarlos correctamente son cuestiones fundamentales, ya que estos ecosistemas son muy abundantes a escala global.  De hecho, aunque son más frecuentes en regiones de climas secos, se estima que aproximadamente el 50% de la red fluvial del planeta experimenta algún periodo de sequía. Además, se espera que este porcentaje aumente en el contexto de cambio global en el que nos encontramos inmersos, por el cual los ríos que son considerados intermitentes sufrirán fases de sequía más severas, tanto a nivel espacial como temporal. Y lo que es más crítico, ríos que ahora son permanentes, es decir, que nunca se secan, pueden comenzar a hacerlo. Esta situación ha hecho que en los últimos años el interés científico por estos ecosistemas tan particulares se haya incrementado notablemente.

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Río intermitente durante su fase seca en New Mexico, USA. Foto: Daniel Von Schiller.

Una de las particularidades más evidentes de estos sistemas intermitentes es que, tras las lluvias, los lechos secos suelen experimentar una fase de re-hidratación. Estos eventos son especialmente abruptos cuando los generan lluvias torrenciales, como suele ocurrir en la cuenca Mediterránea con las gotas frías de otoño, y pueden tener consecuencias importantes desde el punto de vista ecológico y sobre todo de cara a la gestión hidrológica. Estos fenómenos, conocidos como “frentes húmedos de avance”, han sido también muy estudiados. Aquí tenéis un ejemplo visual del mismo grabado por Thibault Datry, investigador con larga experiencia en ríos intermitentes del IRSTEA (Francia).

«Se estima que el 50% de la red fluvial del planeta experimenta algún periodo de sequía»

En su conjunto, esta continua transición natural entre periodos secos y húmedos lleva a estos ríos a mostrar una alta singularidad y variabilidad en sus características físico-químicas y biológicas, lo que influye en una serie de procesos ecológicos que son necesarios conocer para mejorar la manera de gestionar y conservar estos ecosistemas. En concreto, en estos últimos años, el estudio de los ríos intermitentes se está centrado en su fase seca, ya que resulta de vital importancia para entender estos ríos.

Durante este número especial, desgranaremos los resultados principales de 4 trabajos, que nos permitirán profundizar en diferentes aspectos ecológicos que ocurren en ríos y otros tipos de cuerpo de agua durante esos periodos de aparente sequía. Así, os hablaremos de cómo estos hábitats tan singulares pueden mantener formas de vida y funciones ecosistémicas a pesar de no contener agua superficial. En la primera entrada, para “abrir boca”, presentaremos un trabajo que describe de forma general los principales beneficios, en forma de servicios ecosistémicos, que nos aportan los ríos intermitentes, así como posibles mejoras en sus políticas de gestión y conservación. La segunda y tercera entrada profundizarán en aspectos biológicos del lecho fluvial de este tipo de sistemas, lo que nos llevará a indagar desde qué tipo de comunidades microbiológicas albergan estos ambientes hasta su papel como corredores ecológicos para diferentes grupos de animales terrestres. Por último, en la cuarta entrada, abordaremos los lechos secos de charcas temporales desde un punto de vista biogeoquímico y veremos cómo el proceso de sequía puede llegar a contribuir a las emisiones de gases de efecto invernadero.

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Pozas aisladas durante la fase seca de un río intermitente de Canadá. Foto: Arturo Elosegi.

Además de los estudios que distintos grupos de investigación están llevando a cabo de forma independiente, cabe destacar que actualmente existen varias iniciativas que tratan de avanzar en el entendimiento de los ecosistemas intermitentes mediante proyectos conjuntos en los que participan numerosos científicos de diversas partes del planeta. Las iniciativas “the 1000 intermittent river project”, que cuenta con más de 100 participantes de 28 países diferentes, o “DryFlux” son buenos ejemplos de colaboración internacional en este campo de investigación. En paralelo, el proyecto SMIRES (Science and Management of Intermittent Rivers and Ephemeral Streams) está fomentando la interacción de investigadores de toda Europa interesados en el estudio de ríos intermitentes con el objetivo de potenciar estudios colaborativos para el estudio de su biodiversidad, biogeoquímica, conservación y gestión.

Esperamos que os guste este número especial donde intentaremos poner de manifiesto lo importante que es valorar correctamente estos ecosistemas acuáticos tradicionalmente ignorados debido a su intermitencia hidrológica, pero que son muy abundantes en nuestro planeta, proporción que aumentará de la mano del cambio global, especialmente en zonas áridas y semiáridas como la cuenca Mediterránea.

¡¡Vivan los ríos intermitentes!!

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Rambla del Pinar (Región de Murcia). Foto: María del Mar Sánchez-Montoya.