Cuando atravesamos la península Ibérica en primavera, vemos esos bonitos mosaicos donde diferentes cereales cubren vastas extensiones que van más allá del horizonte. Y es que, desde que el ser humano se inició como agricultor, las semillas de cereales han supuesto una base fundamental de nuestra alimentación.
El proceso de domesticación de estos cereales ocurrió hace miles de años, cuando algunos humanos consiguieron cultivar plantas cuyas semillas eran útiles para cocinar y producir harinas. Sin embargo, este crucial paso en la historia de la humanidad no fue tan sencillo y rápido. Así, según un nuevo estudio publicado en Nature Plants, en el caso de los cereales de semilla pequeña, como la quinoa, el trigo sarraceno o el amaranto, este proceso tuvo que contar con la inestimable ayuda de animales de gran tamaño – agrupados dentro del término megafauna –.

Cultivo de quinoa en Bolivia. Foto: CC BY-SA 3.0
.Los cereales de semilla pequeña no eran comestibles
Los ancestros silvestres de muchos cereales de semilla pequeña tenían una cubierta que impedía que fueran comestibles para los humanos. Además, estas semillas tardaban mucho en germinar, por lo que eran muy difíciles de cultivar. Estas características responden al hecho de que estas semillas evolucionaron para ser transportadas y dispersadas en el aparato digestivo de grandes rumiantes y otros hervíboros – que se alimentan de ellas – en un proceso conocido como endozoocoria. Así, la cubierta protectora sirve para proteger a la semilla durante su tránsito por el aparato digestivo y su germinación tardía proporciona ventajas competitivas en condiciones de crecimiento impredecibles.
Según los investigadores, a diferencia de lo que observamos hoy en día, los ancestros de la quinoa, el trigo sarraceno o el amaranto prosperaban de forma dispersa pero concentrada en densas manchas en zonas húmedas y ricas en nitrógeno derivadas de las deposiciones de grandes herbívoros, como bisontes o camélidos. Estas manchas, que serían similares a pequeñas parcelas cultivadas, podrían ser primigenios cultivos espontáneos de este tipo de cereales.
La domesticación de los cereales de semilla pequeña
Partiendo de estos cultivos primigenios espontáneos, los investigadores sugieren distintos procesos que pudieron favorecer su domesticación. Por ejemplo, una posibilidad es que los humanos se establecieran en zonas donde los grandes herbívoros se alimentan. Estas zonas suelen ser ricas en deposiciones y excrementos que favorecen la presencia constante de semillas, ya sea por germinación inmediata o por germinación tardía a partir de la reserva de semillas del suelo. Por otra parte, los humanos podrían haber seleccionado de esas manchas primigenias de cultivo las variedades y semillas con propiedades más interesantes, como aquellas con cubiertas más finas.
De forma paralela, la domesticación de grandes rumiantes podría haber acelerado la domesticación de este tipo de plantas, ya que el ganado favorecía la presencia de manchas monoespecíficas de cereales en la proximidad de los asentamientos humanos.

Bisonte europeo (Bison bonasus). Foto: CC BY 3.0
Con el tiempo, el ser humano se convirtió en el principal dispersor de estas semillas, a través de su cultivo. Así, según los investigadores, el transporte por parte de los humanos, junto a la selección de semillas con mejores características por parte de los agricultores, favorecieron la progresiva pérdida de la cubierta protectora de la semilla y de su capacidad de germinación tardía, haciendo posible que las semillas de cereales como la quinoa, el trigo sarraceno o el amaranto se convirtieran en alimentos fundamentales de nuestra dieta.
Referencia:
Robert N. Spengler III, Natalie G. Mueller. Grazing animals drove domestication of grain crops. Nature Plants, 2019 DOI: 10.1038/s41477-019-0470-4
Entrada escrita por Tano Gutiérrez, Daniel Bruno y Félix Picazo