Os presentamos un número especial que ha preparado nuestro colaborador Pablo Rodríguez Lozano, donde os hablaremos sobre cómo nuestra dieta y forma de alimentarnos influyen en el medio ambiente. Y es que todas nuestras acciones tienen efectos ambientales. Al igual que nuestro consumo y reciclaje de plástico o la forma de desplazarnos en nuestro día a día (coche, bicicleta, transporte público), la selección de los alimentos de nuestra dieta tiene consecuencias sobre el medio ambiente. Toda decisión de compra, toda acción alimentaria, es política, y define nuestra relación con el resto de seres humanos, los animales no humanos, el resto de seres vivos del planeta y los ecosistemas. En una semana donde las noticias sobre la crisis climática y la COP25 han tenido un gran protagonismo, queremos aprovechar para ofrecer información que ayude a disminuir nuestro impacto sobre el planeta a través de nuestro carro de la compra.

Pablo Rodríguez Lozano es investigador postdoctoral en la Universitat de les Illes Balears. Foto: Fotonómada.
El consumo de carne y la crisis climática
Desde 1961, el consumo de carne y aceites vegetales por persona se ha duplicado mientras que la ingesta de calorías por persona se ha incrementado en más de un 30%. Como consecuencia, la emisión de gases de efecto invernadero debido a la producción de alimentos ha aumentado y, por lo tanto, la responsabilidad de la agroindustria en el cambio climático. Al mismo tiempo, dos mil millones de adultos tienen sobrepeso u obesidad y han aumentado los casos de enfermedades relacionadas (cáncer, enfermedades coronarias…). Sin embargo, mientras en unos países nos atiborramos y ponemos en riesgo nuestra salud por exceso, en otros sucede justo lo contrario: alrededor de 821 millones de personas en el mundo sufren desnutrición.
El último informe del IPCC (Grupo Intergubernamental de expertos sobre Cambio Climático) señala que la agricultura, silvicultura y otros usos de la superficie terrestre emiten el 23% de los gases de efecto invernadero producidos por el ser humano. De esta manera, el IPCC confirma la necesidad de un cambio en la alimentación hacia un menor consumo de carne para reducir el impacto del cambio climático. Además, por si esto no fuera poco, la producción de alimentos es responsable del consumo del 70% del agua dulce que explotamos. En torno al 75% de las tierras destinadas a la producción de alimentos son dedicadas a la ganadería, lo que supone el 30% de la superficie terrestre emergida (no cubierta por océanos). Una reducción en el consumo de productos animales reduciría la emisión de gases de efecto invernadero por la ganadería y liberaría superficie terrestre actualmente destinada a usos agropecuarios por parte del ser humano. Por suerte, nuestra dieta tradicional mediterránea cuenta con muchos platos con una base de verduras, que nos pueden ayudar en esta tarea de una forma sana y sabrosa.
Pero, ¿qué dice la ciencia al respecto?
¿Qué evidencias científicas tenemos? A lo largo de este número especial repasaremos un buen número de ellas mediante tres entradas diferentes. La primera de ellas presentará uno de los artículos referentes en este ámbito, publicado en 2014 en la revista Nature, que realiza un análisis cuantitativo global sobre la relaciones entre dieta, salud humana y sostenibilidad ambiental. El segundo post nos traerá un artículo sobre cómo la producción de alimentos podría optimizarse para no sobrepasar los límites biofísicos de nuestro planeta. Por último, la tercera entrada analiza la sostenibilidad ambiental de las guías alimentarias proporcionadas por los gobiernos. Todos estos artículos tienen una conclusión en común [¡SPOILER!]: la producción de alimentos derivados de animales, sobre todo la carne roja, tiene un gran impacto ambiental. Por lo tanto, reducir el consumo de carne es indispensable para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.