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Riberas fluviales, las grandes olvidadas de la política ambiental

Las riberas fluviales son zonas clave donde se produce una fuerte interacción entre los ecosistemas acuáticos y terrestres. La vegetación de ribera provee importantes funciones y servicios ecosistémicos, como  suministro de materiales, regulación de caudales y retención de suelo, al tiempo que incrementa el bienestar humano mediante la amortiguación de la temperatura en su entorno y  áreas de gran interés recreativo y cultural.

Sin embargo, las riberas son el paradigmático caso de ecosistemas biológicamente interesantes -con una gran biodiversidad-, pero altamente amenazados por múltiples e intensas presiones humanas, como la urbanización y el crecimiento de la población, la agricultura intensiva, la producción de energía hidroeléctrica, la alteración de los caudales naturales, y la canalización y modificación de los ríos a través de obras de ingeniería. Por tanto, resulta prioritario la conservación de las riberas en buen estado ecológico y la restauración de aquellas que se encuentren degradadas.

A lo largo de las siguientes líneas os resumimos un artículo elaborado por una red científica internacional (en el marco de la COST Action CONVERGES) donde se apuntan 5 claves que deberían tener en cuenta políticos, científicos, gestores y población interesada para una correcta gestión de las riberas fluviales. El artículo cuenta con la inestimable participación de nuestro ecomandanguero Dani Bruno, que forma parte del comité gestor de esta red internacional de científicos. Os dejamos con Dani y la COST CONVERGES!

Las riberas fluviales, de todos y de nadie

Al ser una zona de transición entre el agua y la tierra –lo que se conoce en ecología como ecotono– las riberas fluviales carecen de una política de conservación propia que guíe la gestión basada en la mejor evidencia científica disponible. Por otro lado, las zonas riparias tampoco quedan claramente enmarcadas ni en las políticas fluviales ni en las de los ecosistemas terrestres adyacentes. Como dice el refranero popular, “unos por otros, la casa sin barrer”.

Y para muestra, un botón: incluso en las políticas ambientales más relevantes y novedosas, que sentarán las bases de la gestión ambiental en la próxima década , como el Pacto Verde Europeo o la Década para la Restauración de los Ecosistemas, las riberas fluviales apenas se mencionan. Solo la Directiva Hábitats reconoce la gran importancia de las riberas fluviales para la biodiversidad y el funcionamiento de los ecosistemas al incluir en su listado de hábitats a proteger varios tipos caracterizados por su vegetación riparia.

Riberas fluviales bien conservadas en el Río Gállego cerca de su desembocadura en el río Ebro en Zaragoza, ejerciendo su efecto laminador de avenidas durante una crecida en abril de 2018 (arriba) en comparación con su caudal base en octubre de 2022 (abajo). Autor: Dani Bruno.

En este marco de gestión deficiente, los autores hacen una serie de recomendaciones prácticas junto a una breve explicación basada en la evidencia científica disponible más relevante con el objetivo de desarrollar e implementar políticas que permitan una gestión óptima de las zonas riparias.

Algunas de las recomendaciones se pueden implementar en el corto plazo, dado que simplemente dependen de la voluntad política, mientras que otras son de largo recorrido dado que requieren la revisión del ciclo de políticas (por ejemplo, cambios en las políticas de la UE).

¿Cómo podemos mejorar las políticas de gestión de las riberas?

1. Adoptar un enfoque socioeconómico integrado y ambientalmente dinámico. Las zonas riparias no están ni bien reconocidas ni delimitadas, y su gestión  no cuenta con apoyo suficiente en todos los niveles de decisión ni entre todas las partes interesadas, que son muchas (sector agrícola, energético, gestores de la cuenca hidrográfica, conservacionistas, etc.). Además, el sector político debe interiorizar que las actuaciones en las riberas fluviales no solo afectan localmente, sino que puede tener consecuencias aguas arriba y especialmente aguas abajo en la misma cuenca hidrológica. Por ejemplo, una deforestación masiva de la ribera aumentará los sedimentos aguas abajo.

La promoción de una visión socioeconómica y ambiental integrada, coordinada y dinámica, garantizará la gestión sostenible de las zonas riparias a escala de cuenca hidrológica. La piedra angular de la gestión sostenible es la consideración de las riberas como socio-ecosistemas en los que los procesos ecológicos y sociales son inseparables.

2. Actualizar las Directivas europeas y las legislaciones nacionales. La zona riparia, a pesar de su papel crítico para los ríos y otros ecosistemas de agua dulce, no se integra claramente en las políticas europeas que afectan a los ecosistemas acuáticos continentales como la Directiva Marco del Agua, Directiva Inundaciones, Política Agraria Común (PAC) o Directiva sobre el uso sostenible de plaguicidas.

Las directivas de la Unión Europea, la legislación y los reglamentos nacionales en esta materia deberían actualizarse basándose en la evidencia científica disponible para garantizar una mejor integración de las zonas riparias en la gestión de los recursos hídricos y la planificación territorial. Además, deberían revisarse políticas de gran calado ,como el Pacto Verde Europeo (“EU Green Deal”) o la Década para la Restauración de los Ecosistemas de la ONU, para que incluyan explícitamente a las riberas fluviales.

3. Coordinar de manera efectiva todas las políticas relacionadas con la zona riparia. Es evidente que las funciones ecológicas mantenidas por las zonas riparias tienen un impacto en diferentes sectores políticos (por ejemplo, riesgos de inundación, áreas protegidas y salud humana, entre otros). Por tanto, existe el riesgo de que cada sector establezca políticas de forma aislada, dejando lagunas o creando conflictos. Para evitar esa problemática, resulta necesario mejorar la articulación de las distintas políticas mediante evaluaciones conjuntas tanto de manera estratégica a gran escala como a escala operativa local.

4. Implementar la gestión adaptativa con un monitoreo y evaluación apropiadas. La complejidad de la zona riparia hace difícil predecir su comportamiento y, por tanto, lleva a la necesidad de incorporar la incertidumbre en su gestión. Además, la gestión fragmentada y las acciones descoordinadas de las distintas administraciones no hacen sino aumentar la incertidumbre y los conflictos de intereses. Por este motivo, es necesario realizar un seguimiento y una evaluación integral adecuada de las riberas fluviales para ajustar las prácticas de gestión y garantizar la coherencia con los objetivos a alcanzar (por ejemplo, alcanzar un buen estado de conservación) en el marco de la gestión adaptativa.

5. Aplicar un enfoque de creación conjunta de políticas y fomentar la transferencia de conocimiento. La ciencia avanza más rápido que la capacidad de la administración para incorporar los nuevos hallazgos a la gestión ambiental. Además, necesitamos integrar con urgencia las distintas experiencias de gestión y el conocimiento local existente. Entre las dificultades más destacables están la gran cantidad de investigaciones y experiencias relevantes que hace difícil que los responsables de las políticas ambientales puedan discernir qué priorizar y cómo integrar resultados de diferentes campos de conocimiento. Por otro lado, no debemos perder de vista la gran presión que sufren los políticos por parte de lobbies que tienen una vista parcial o interesada de las riberas fluviales.

Una herramienta clave para disminuir la brecha entre ciencia, gestión y política es el uso de un modelo que permita el intercambio y la creación colectiva de conocimientos con el objetivo de enriquecer y hacer más efectiva la toma de decisiones La cocreación de políticas contribuirá a la sostenibilidad de las zonas ribereñas y favorecerá ecosistemas riparios capaces de recuperarse ante perturbaciones.

En definitiva, urge alcanzar una gestión coordinada e integrada de las riberas fluviales, que debe basarse en una ciencia adaptativa, en el intercambio fluido de información y en evidencias científicas sólidas, así como en un seguimiento a largo plazo que permita a los gestores comprobar si los modelos de gestión funcionan y si se está aplicando la metodología adecuada para lograr los objetivos propuestos.

Autor: Daniel Bruno

Editores: Félix Picazo y Tano Gutiérrez-Cánovas

Artículo original: Urbanič, G., Politti, E., Rodríguez-González, P. M., Payne, R., Schook, D., Alves, M. H., Bozic, G., Bruno, D. … & Dufour, S. (2022). Riparian Zones—From Policy Neglected to Policy IntegratedFrontiers in Environmental Science10, 868527. https://doi.org/10.3389/fenvs.2022.868527