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Coronavirus: los murciélagos no son los culpables, es la actividad humana

En vista del enorme impacto que la enfermedad emergente COVID-19 está teniendo en todo el mundo, y dado que una de las hipótesis más plausibles en cuanto al origen del virus SARS-CoV-2 apunta a los murciélagos, desde Ecomandanga hemos creído conveniente traducir la interesantísima entrevista (versión original en inglés) que Nick Paton y Vasco Cotovoio realizaron para CNN el pasado viernes, 20 de marzo, a Andrew Cunningham, Catedrático de Epidemiología de Fauna Salvaje de la Sociedad de Zoología de Londres, y a Kate Jones, Directora del Departamento de Ecología y Biodiversidad del University College London. ¡Vayamos con esa entrevista!

Elusivos, crípticos, nocturnos, numerosos…, los murciélagos son un conocido reservorio de coronovarius. Sin embargo, algunos científicos argumentan que los murciélagos no son los culpables de la transmisión de la enfermedad que ha cambiado nuestro día a día: ¡Es la manera en que los humanos nos relacionamos con el medio ambiente que nos sustenta! Zoólogos y expertos en enfermedades han hablado con CNN para señalar que los cambios en el comportamiento humano –destrucción de hábitats naturales, junto con el incremento en la movilidad de las personas– ha favorecido que enfermedades que estaban muy localizadas en áreas naturales se expandan por todo el globo.

Los científicos aún no están seguros del origen del virus y solo serán capaces de identificar su fuente si consiguen aislar el virus activo en las especies sospechosas –una tarea bastante difícil-. En general, los virus son extremadamente parecidos entre sí, y el causante del COVID-19 es parecido al presente en murciélagos de herradura de China (ver también este estudio). Es urgente resolver la pregunta de cómo la enfermedad ha pasado de estar solamente en las comunidades de murciélagos –normalmente aisladas de los humanos– a expandirse sin control por todo el planeta. Las respuestas a esta pregunta sugieren la necesidad de replantearnos cómo el impacto de nuestro estilo de vida está amenazando el planeta.

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Murciélago de herradura. Autor: F. C. Robiller/naturlichter.de (trabajo propio, en wikimedia commons CC BY-SA 3.0).

Los murciélagos son los únicos mamíferos que pueden volar, lo que les permite moverse por amplias áreas. Estos animales puede ser el reservorio de un gran número de patógenos, pero tienen un sistema inmune muy especializado que les protege. Por otro lado, los murciélagos soportan picos con temperatura corporal muy elevada debido a la actividad que desarrollan durante el vuelo y a su hábito de vivir apiñados en colonias numerosas. “Cuando vuelan alcanzan un pico de temperatura corporal muy parecido a la fiebre”, afirma Andrew Cunningham. “Esto ocurre al menos dos veces al día en los murciélagos, cuando vuelan para salir de caza y cuando vuelven al refugio. De esta forma, los patógenos que infectan a los murciélagos están adaptados a estos picos de elevada temperatura corporal”. Cunningham apunta que esto puede ser un problema potencial cuando estas enfermedades saltan a otras especies. En humanos, por ejemplo, la fiebre es un mecanismo de defensa diseñado para aumentar la temperatura corporal y destruir al virus. “Los virus adaptados a los murciélagos probablemente no se verán afectados por las altas temperaturas corporales durante los episodios de fiebre”, advierte Cunningham.

Pero, ¿por qué la enfermedad ha pasado de murciélagos a humanos? Según Cunningham, esta respuesta es simple, e implica un extraño concepto al que tenemos que acostumbrarnos y que cambiará nuestras vidas: salto o transferencia zoonótica. “Las causas subyacentes del salto zoonótico desde los murciélagos a otras especies de fauna salvaje siempre han estado relacionadas con la actividad humana”.

Cuando  los murciélagos sufren estrés –ya sea porque se les caza o por cambios drásticos en su hábitat, como la deforestación– su sistema inmune se debilita y le resulta mucho más difícil enfrentarse a los patógenos. “Creemos que el estrés en los murciélagos tiene las mismas consecuencias que en los humanos”, cuenta Cunningham. “Esto permite que la infección aumente y aumente su probabilidad de transmisión. Podemos pensar en aquellas personas que ante una situación de estrés sufren la expresión del virus del herpes labial. Algo similar podría suceder también en los murciélagos, que expresen ciertas enfermedades solo cuando se les somete a estrés”.

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Mercado tradicional en Shenzhen, China. Autor: Daniel Case (trabajo propio, en wikimedia commons CC BY-SA 3.0).

En el probable epicentro del virus –el llamado mercado de carne de Wuhan, China– donde la fauna salvaje se mantiene cautiva, junta y se vende como manjar o mascotas, puede producirse una terrorífica mezcla de virus y especies. Según Cunningham, “si en estos mercados, los murciélagos se mantienen próximos a otros animales y a los humanos, hay una oportunidad de que estos virus se expresen y se liberen en grandes cantidades”. Esto es un problema, porque otros animales del mercado pueden ser mucho más vulnerables a ser infectados si también se encuentran estresados.

Hemos incrementado el transporte de animales –para medicina, como mascotas, para alimentación– a una escala que no había sido vista antes” dice Kate Jones. “Estamos destruyendo los hábitats, los paisajes están cada vez más dominados por la humanidad. Esto está produciendo que los animales se estén mezclando y teniendo contacto entre ellos como nunca antes se había observado. En estos mercados encontramos situaciones de hacinamiento en los que animales de diferentes especies están amontonados unos encima de otros”.

Cunningham y Jones señalan que algunos casos de salto zoonótico pueden convertirse en un problema global en semanas. “La transmisión de patógenos desde fauna salvaje ha ocurrido desde tiempos inmemoriales, pero antiguamente las personas que se infectaban probablemente morían o se recuperaban antes de tener contacto con una gran cantidad de personas en un pueblo o una ciudad” dice Cunningham. “Actualmente el transporte motorizado y aéreo puede hacer que en un solo día se transporten mercancías desde una zona forestal de África a una gran ciudad como Londres”. Jones añade que “cualquier transferencia zoonótica que haya ocurrido antes puede verse magnificada debido a que actualmente somos más y estamos más conectados”.

Hay dos lecciones simples, dicen, que la humanidad debe aprender . Primero, los murciélagos no son los culpables y pueden ser de ayuda para encontrar una solución. “Es demasiado fácil señalar con el dedo a las especies hospedadoras, pero en realidad, es la forma en la que nosotros interactuamos con ellos lo que ha generado la propagación pandémica del patógeno” dice Cunningham. Además, añade que el sistema inmune de los murciélagos está muy poco estudiado y puede proveer de valiosas lecciones para la ciencia y la medicina. “Entender cómo los murciélagos conviven con estos patógenos puede enseñarnos cómo combatirlos, si finalmente se transfieren a los humanos”. Las últimas pandemias, como la de coronavirus, podrían haber venido para quedarse, a medida que la población humana crece y se expande a lugares donde antes no estaba presente. Cunningham y Jones están de acuerdo en que un cambio en nuestro comportamiento puede ser una medida más fácil y eficiente que el desarrollo de una costosa vacuna para cada nuevo virus que aparezca.

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Zorro volador. Autor: Andrew Mercer/www.baldwhiteguy.co.nz (trabajo propio, en wikimedia commons CC BY-SA 4.0).

El coronavirus quizás sea una primera señal indiscutible de que el daño ambiental causado por los humanos puede poner en riesgo a la humanidad en un lapso de tiempo asombrosamente breve. También que la dramática situación que vivimos puede volver a repetirse en el futuro por las mismas razones que las descritas aquí. “Hay decenas de miles de virus esperando ser descubiertos,” dice Cunningham. Debemos asumir que hay que establecer puntos claves de control en diferentes zonas para evitar el salto zoonótico desde la fauna salvaje a los humanos, y atajarlo en origen cuando esto ocurra. Este sería el camino más eficaz para proteger a los humanos”. Jones dice acerca de las enferemedades emergentes que “están aumentado porque somos muchos y estamos muy conectados. La posibilidad de que sucedan más transferencias zoonóticas es mayor debido a que estamos degradando la salud de la naturaleza. Dado que la destrucción de los hábitats naturales es la causa, la solución pasa por la restauración de los mismos”.

La última lección es que el daño al planeta también significa un daño a la humanidad, que puede ser mucho más rápido y severo que cambios graduales como la crisis climática. “Cuando transformamos un bosque en cultivos, debemos comprender que esto tendrá un impacto en el clima, almacenamiento de carbono, emergencia de enfermedades infecciosas y riesgo de inundación,” dice Jones. “No podemos hacer estas acciones de manera aislada sin pensar en las consecuencias para el resto de la humanidad”.

Y hasta aquí la entrevista. No podemos terminar este post sin romper una lanza a favor de los murciélagos, especialmente los insectívoros, pues son los responsables del control y regulación de las poblaciones de insectos, mantienen el equilibrio de los ecosistemas y prestan valiosos servicios ecosistémicos (estudio), imprescindibles para el bienestar humano. Por ejemplo, estas increíbles criaturas son voraces consumidores de mosquitos (estudio 1; estudio 2; estudio 3), y un descenso en sus poblaciones podría favorecer el recrudecimiento de epidemias tan fatales como la malaria y otras transmitidas por vectores biológicos, que no solo afectan al hombre, sino también al ganado. No podemos permitirnos seguir perdiendo biodiversidad, ni culpabilizar a la fauna de estos sucesos, pues todas las especies son necesarias para mantener un planeta saludable que alberge sociedades prósperas y felices. Además, un estudio de 2019 descarta el contacto directo con murciélagos como factor de riesgo, y apunta a la interacción humana con otras especies salvajes o domésticas, las cuales actuarían como hospedador intermedio, como factor clave para que tengan lugar estos episodios zoonóticos asociados a coronavirus.

Traducido por Fulgencio Lisón Gil. Versión original en inglés: https://edition.cnn.com/2020/03/19/health/coronavirus-human-actions-intl/index.html

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