Hoy nos inspira

Antonio Turiel: Pilotando la transición energética (parte II)

Hoy continuamos con la entrevista a Antonio Turiel cuya primera parte os trajimos hace un par de días. En esta segunda entrega, hablamos sobre posibles soluciones a la crisis energética.

¿Podrían las energías renovables sustituir al petróleo y mantener la actual demanda energética?

Esto es un tema controvertido. Existen muchos estudios y una gran disparidad de datos. Yo me suelo alinear con lo que defiende el grupo de investigación de Carlos de Castro, Margarita Mediavilla y Luis Javier Miguel, de la Universidad de Valladolid, que sostienen que el potencial renovable es inferior a lo que se estima normalmente (podcast entrevistando a estos autores, y un ejemplo con la eólica). Por ejemplo, harían falta grandes cantidades de cemento, acero, cobre o silicio, entre otros materiales, para hacer esta transición energética hacia las renovables. Sin embargo, es razonable pensar que si gestionamos bien nuestras cartas y se llegan a acuerdos globales, seríamos capaces de producir el 30-40% de la de energía que producimos actualmente solo con energías renovables. Recordemos que actualmente las renovables cubren alrededor de un 8% del consumo total de energía, mientras que petróleo, carbón, gas natural y uranio representan el 91%. Ese 30-40% que podríamos producir solo con renovables, pese a no cubrir el total, es una cantidad ingente de energía que si se lograra distribuir de manera más o menos homogénea a lo largo del planeta, daría para tener un nivel de vida muy parecido al actual.

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Parque eólico.

Lo que no permite la transición hacia las renovables es tener un sistema económico en crecimiento porque, entre otras cosas, este potencial renovable es constante en el tiempo, por lo que llegaríamos a economías sin crecimiento económico (estacionarias). Tenemos que mentalizarnos de que nada crece de forma indefinida. Esto, desde luego, es incompatible con el capitalismo, entre otras cosas porque los emplazamientos para plantas de energía renovables más rentables desde el punto de vista económico ya se han explotado y, los que quedan, aunque no son rentables desde una óptica capitalista, sí que lo son desde el punto de vista energético. Por lo tanto, debemos invertir más en investigar la fórmula para que las renovables se vayan desarrollando. Por ejemplo, tendríamos que plantearnos si, con nuestros impuestos, queremos trenes de alta velocidad y una gran red de carreteras o una soberanía energética nacional que garantice una producción razonable y sostenible de energía a largo plazo.

Una de las limitaciones de las renovables es que están dirigidas a la producción eléctrica, ya que cuando transformamos energía de un tipo a otro perdemos una gran parte de esa energía en forma de calor [Antonio nos explica que se trataría de una especie de “peaje” energético]. Una solución más eficiente sería transformar la energía eólica o hidráulica en energía mecánica de rotación para mover engranajes, al igual que hacían los molinos o las norias. Esto podría llegar a rendimientos del 85%. Sin embargo, con esta aproximación, los usos eléctricos, que requieran transformación de energía y distribuidos a grandes escalas (por ejemplo, por tendido eléctrico) estarían limitados.

Se agudiza el cambio climático, se agotan los recursos, se extinguen más especies y, sin embargo, no hacemos nada por evitarlo, y no solo a nivel político. Tampoco hay un movimiento social fuerte que quiera revertir la situación, al tiempo que el debate sobre la identidad nacional gana importancia. ¿Cómo se podría cambiar esta situación?

El eje de debate derecha-izquierda ha quedado un tanto obsoleto. Recientemente, traté este tema en un post del blog que se llamaba “izquierda, derecha, delante, detrás” [que desde Ecomandanga recomendamos leer para un mayor detalle]. Mientras que el eje “izquierda-derecha” es ampliamente conocido, existe otro eje perpendicular. En dicho eje, “delante” representaría la parte que entenderíamos como “progreso”, es decir, la dirección que llevamos actualmente − globalización, crecimiento económico, neoliberalismo, tecnología −. Por otra parte, “detrás” implicaría una visión más conservadora, en sentido amplio, es decir, conservar aspectos de nuestra identidad y estilo de vida son útiles sin necesidad de cambiarlas por otras más complejas. En parte, el movimiento populista representado por Trump, el Brexit, Le Pen, Salvini y ahora Bolsonaro ha ganado adeptos porque ha sabido recoger el descontento de la gente por la pérdida de soberanía y de riqueza producida por la globalización y el neoliberalismo. Sin embargo, lo realmente peligroso es que este “pack” ideológico viene acompañado de una carga socialmente inaceptable de machismo, racismo, xenofobia y autoritarismo. También, porque estos conceptos vienen asociados a la “reacción” pero no son ni aceptables ni necesarios para construir un nuevo modelo económico o energético.

Este quizás haya sido el gran error de la izquierda: no haber comprendido que el debate se mueve ahora en este otro eje perpendicular, y que resulta necesario desarrollar una alternativa de izquierdas conservadora y reaccionaria que permita a la gente conservar su identidad y su soberanía, al tiempo que sus derechos sociales.

La situación actual requiere de medidas que superan el eje habitual de debate político. Una propuesta política que sea radicalmente decrecentista e irrenunciablemente ecologista. Esta es la clave de un verdadero movimiento que sea una alternativa a las barbaridades que se están planteando ahora. Actualmente, apenas hay partidos de izquierdas que comprendan la magnitud del problema, ni que vayan en la dirección que estamos comentando [Antonio destaca que ninguno de estos partidos pretende abandonar el crecimiento como fórmula para crear empleo].

¿Hasta qué punto la sobrecarga de mensajes negativos podría ser contraproducente para catalizar el “cambio”?

Este es un debate muy recurrente en los últimos años dentro del ecologismo así como entre las personas que estudian el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y el agotamiento de recursos. Es cierto que una sobrecarga de mensajes negativos puede causar la inmovilización de la gente. Pero también es cierto que hay otras opiniones. La clave está en transmitir que la situación que tenemos a la vuelta de la esquina va a ser muy dura, pero que nos podemos adaptar.

Si diseñamos estrategias adecuadas, podemos adaptarnos a esta nueva situación e incluso hacerlo muy bien. También resulta crucial transmitir que si seguimos la trayectoria actual estamos condenados al colapso del sistema y a normalizar situaciones sociales muy dramáticas, como la vividas durante la anterior crisis económica [Antonio nos recuerda cómo algunos niños solo hacen una comida decente al día, la del colegio].

Tenemos que entender qué problema estamos tratando y empezar a diseñar soluciones distintas a las proporcionadas por el modelo actual. Todo esto resulta muy difícil porque tienes que hacer frente a la propaganda del sistema (ej. publicidad, etc.), que tiene todos los medios a su alcance para intentar mantener el modelo actual basado en el consumo. Pero, en última instancia, el colapso perjudicará a todas las empresas y a los sistemas políticos que con una visión totalmente cortoplacista pretenden mantener el status quo.

¿Estamos a tiempo de solucionarlo o, al menos, de reducir el impacto en nuestras vidas?

Se pueden hacer muchas cosas. De hecho, siempre se está a tiempo de hacer algo. La cuestión es si estamos a tiempo de hacer lo suficiente. Se trata de un reto enorme, ya que debemos adaptarnos a una disminución generalizada de los recursos naturales – agua, suelo fértil, materias primas – en un contexto de cambio global que durará siglos. Estamos a tiempo de hacer cambios drásticos para adaptarnos a la nueva situación, aplicando medidas que no solo permitan nuestra supervivencia, sino que permitan una época de florecimiento que sea la mejor etapa de la humanidad.

Claramente, tenemos que hacer frente a un discurso hegemónico y a unas estructuras de poder que van en otra dirección. Pero tenemos que abandonar los juicios morales y hacer cómplices de ese “cambio” a los propios intereses económicos que apuestan por el modelo actual, ya que nadie quiere autodestruirse. Además, tenemos una gran cantidad de medios técnicos y conocimiento acumulado que ayudará a construir este nuevo modelo económico. Por ahora, falta la voluntad política y la presión social suficiente para que esto se lleve a cabo.

La Red de Transición es un grupo de personas que está trabajando para construir alternativas socio-económicas justas, equiativas y sostenibles. web: http://www.reddetransicion.org/

¿Qué medidas urgentes y estructurales (a largo plazo) propondrías si fueras político?

Curiosamente, tengo un post en el blog donde hablo de este tema («si yo fuera presidente«) y, sorprendentemente, las medidas que proponía no son de carácter técnico, sino más bien de carácter económico y social.  La técnica y el conocimiento ya lo tenemos, solo falta usarlo.

La primera sería abolir todo el sistema financiero tal y como está planteado hoy en día, a través de una nacionalización. Porque lo que nos empuja al crecimiento es la necesidad del capital de auto-reproducirse, el interés compuesto del capital, básicamente (la acumulación de intereses que se han generado en un período determinado por un capital inicial). También haría un jubileo o perdón de la deuda, por el mismo motivo. Y una reestructuración de todo el sistema productivo para que esté orientado a la satisfacción de las necesidades básicas de las personas y no hacia la producción masiva de bienes, como ocurre actualmente.

La producción se tendría que re-localizar cerca de los centros de consumo, y sería necesaria una mejor evaluación de su impacto ambiental y del consumo de recursos. Esta relocalización sería poco efectiva si no va acompañada de una disminución drástica del consumo de bienes y energía. Esto se podría lograr con un cambio en el modelo de consumo donde existieran electrodomésticos comunitarios [Antonio comenta que no cree que haya recursos en el planeta para que cada familia tenga una nevera y una lavadora].  El sistema de propiedad también sería distinto, y pagaríamos un alquiler a la empresa mientras el aparato funcione, lo cual ayudaría a acabar con la obsolescencia programada, ya que las empresas serían las primeras interesadas en fabricar máquinas fácilmente reparables. Además, no debemos despreciar gran parte del conocimiento tradicional, por ejemplo, sobre edificaciones [Antonio bromea sobre lo poco “sostenible” que es la estructura del centro de investigación moderno donde está teniendo lugar la entrevista, que es de cristal, en contraposición a los edificios tradicionales del Mar Mediterráneo con paredes gruesas y pocas aberturas, que son mucho más eficientes desde el punto de vista energético].

Finalmente, haría falta también acometer una reubicación de la población para reducir la concentración en los grandes núcleos urbanos y redistribuir a las personas en función de sus capacidades y de las necesidades de empleos en cada zona. En este nuevo contexto, cada región tendrá sus propias necesidades y retos, como por ejemplo la escasez de agua en zonas como el levante ibérico. Esto se logrará si descentralizamos el poder y favorecemos entidades políticas más pequeñas y locales.

En resumen, conceptualmente, todo lo que hay que hacer es bastante sencillo. Es decir, si tuviéramos una varita mágica que nos llevara a ese nuevo sistema sostenible y eficiente, no sería complicado mantenerlo. Lo verdaderamente problemático sería la inestabilidad que generaría la transición a este nuevo mundo. Por lo tanto, pilotar y controlar los tiempos de esta transición es lo verdaderamente complicado y uno de los mayores retos a los que se ha enfrentado la humanidad.

Antonio Turiel, Tano Gutiérrez y Pablo Rodríguez Ros en el ICM (CSIC), Barcelona.

¿Cómo es Antonio?

Una comida: Sopa de ajo (sí, lo sé, no es muy sofisticado, pero me encanta).
Ciudad favorita: París
Un paisaje: Las llanuras de Castilla
Un olor: Flor de azahar
Un disco / canción:  Te doy una canción, de Silvio Rodríguez
Algo que eches de menos: Tener tiempo
Un recuerdo de la infancia: Jugar con la nieve por la rodilla
Un miedo: No ser capaces de evitar lo peor
Una preocupación: Qué futuro les dejo a mis hijos
Una frase/cita: “Crecer por crecer es la filosofía de una célula tumoral”. Edward Abbey, escritor y ambientalista.

Entrada escrita por Tano Gutiérrez y Pablo Rodríguez Ros